Como explicó el mismo en su autobiografía , publicada en 1931, su inspiración partía de su feliz infancia en la pequeña ciudad de Vitebsk, donde nació el 1887,su mundo lleno de calidez,  amor y naturaleza le marcó para siempre en su imaginación, en ese universo propio que creó.

Cuando conoció Paris, gracias a un mecenas, Van Gogh, Lautrec, Matisse, Cézanne ampliaron su visión y la enriquecieron. Este viaje fue una revelación para él, así lo describió con sus propias palabras.

“Allí descubrí la luz, el color, la libertad, el sol, la alegría de vivir. Fue tan pronto como llegué que finalmente pude expresar en mi trabajo la alegría más bien lunar que a veces tenía en Rusia, la de mis recuerdos de infancia en Vitebsk. En París tuve por fin la visión de lo que quería crear, la intuición de una nueva dimensión psíquica de mi arte”.

El color puro y alegre  se lo inspiró el final del fauvismo, nunca  quiso encasillarse ni depender de ningún movimiento artístico, no se quería parecer a nadie, quería mostrar su propio mundo. 

Su primera exposición en París fue en el “Salon des Independants”, fue su gran debut, donde conoció a Guillaume Apollinaire (poeta y novelista francés) y Blaise Cendrars (escritor suizo), que s ehicieron íntimos amigos.

Al llegar la Primera Guerra Mundial, Chagall volvió a su  Rusia natal, y cuando estalló la Revolución Rusa en 1917 fue nombrado curador de Bellas Artes en la región Vitebsk donde fundó una escuela de arte, luego se trasladó a Moscú y finalmente emigró a Berlín, aunque su estancia será corta y volverá a Francia. 

Las flores que descubrió en los paisajes franceses llenan sus lienzos, aunque con el folclore ruso, su iconografía personal, muy marcada por sus raíces judías, que crea alrededor de sus figuras más recurrentes: el violinista, los amantes, el acróbata, la vaca… 

Su riqueza poética y su increíble obra le valieron para conseguir fama y diversos encargos, como ilustrar la obra de “Las fábulas de La Fontaine”.

De nuevo otra guerra, la Segunda Guerra Mundial obligan a Chagall a irse a refugiar …esta vez a Nueva york, donde descubrió la litografía a color e hizo los decorados y vestuario de la obra “Pájaro de fuego”, para el “Ballet Theatre”, donde se encumbró y fue alabado por la crítica. 

Fue en Estados Unidos, donde falleció el amor de su vida, Bella, su esposa durante 29 años, le marcó tanto que estuvo un año sin crear, ella fue su musa, representante y compañera de vida.

En 1947 volvió a Francia donde  tuvo la ocasión de hacer una exposición retrospectiva en el “Musée des Arts Modernes”. Se instaló en Saint Paul de Vence, donde la luz del Mediterráneo renovó su creatividad, y siguió explorando nuevos medios como la cerámica, vidrio y la escultura. 

Buscó en una de sus fuentes de inspiración, la Biblia, la reflexión en la vida y en el arte. 

Durante años siguió creando, vestuario y decoraciones para grandes obras, la más importante en la Ópera de Paris,  donde de él se dijo: “extraordinario colorista, ha buscado la tonalidad que mejor se adapta a la evocación de cada música …” 

En 1985, en San Paul de Vence. Marc Chagall se fue, posible “a su universo” de etéreas criaturas, dejándonos sus originales y extraordinarias obras, fue unos de los pintores más importantes del siglo XX, y a día de hoy sus obras siguen estando cotizadísimas. 

Me quedo con una frase suya donde explica como entendía la vida y la muerte

“Si toda la vida llega inevitablemente a su fin, debemos colorearla durante la nuestra con nuestros colores de amor y esperanza.” Marc Chagall.